lunes, 15 de julio de 2013

Marco Polo: Viajero impenitente



En sus sueños infantiles, nunca imaginó Marco Polo que la realidad superaría la imaginación porque en su época, la baja Edad Media, el mundo era muy chiquito y la Tierra plana. Su afán de aventuras fue mayor que su físico esmirriado cuando su padre Niccolo y su tío Matteo, ambos comerciantes venecianos, decidieron en 1271, que 17 años era una buena edad para aprender a mercadear con los duros y se lo llevaron al Oriente, al Cercano y al Lejano para traer al regreso sedas y especies. Su fibra viajera, curiosa y apasionada por conocer miles de nuevos lugares, vibró hasta lo máximo cuando partió de Venecia y miraba la Plaza de San Marcos desde la borda del barco.
Y no fue sino hasta 25 años después que regresó. 
¡El viaje se hizo laaargo! En esa época no había aviones, ni trenes, ni autopistas, mucho menos trasatlánticos, sólo barcos para atravesar ríos y mares, como el Mar Negro, el Mar Caspio o el Mar de Aral en su travesía por la Ruta de la Seda, hacia China. También caballos y carretas. Buenas posaderas eran muy necesarias para tan largas cabalgatas. Por supuesto, pernoctaban en alojamientos para viajeros. Eso hacía dificultoso y lento el camino. Padre, tío y sobrino visitaron así Armenia, Persia y Afganistán hasta llegar al país de los mandarines donde, por cierto, gobernaban los mongoles.
El joven Marco Polo vivió en la corte del emperador Kublai Khan, presenció batallas de elefantes, habló con astrólogos chinos y magos y lamas tibetanos, habitó en palacios de reyes y tiendas de nómadas, participó en cacerías con tigres amaestrados, fue embajador, gobernador y espía del emperador. Sus ojos vieron razas y paisajes maravillosos, y su descripción asombraría al mundo occidental. 
En 1292, los Polo reciben el permiso de salir del imperio mongol para regresar a su país de origen. Una gran fortuna habían acumulado, parte de ella fue robada en el camino por unos bandoleros en Anatolia. A pesar de estos contratiempos, en 1295 llegaron a Constantinopla y pudieron embarcar rumbo a Venecia. Veinticinco años después de su partida, estaban de nuevo en su ciudad natal. 
Marco Polo, que tenía 41 o 42 años a su vuelta a Venecia, regresó hecho "un tártaro", con vestimentas y costumbres de aquellas tierras y aún con el fuego de la aventura, se enredó en una lucha por añadidura. En ese tiempo, las ciudades-estados costeras se peleaban entre sí por el control de las rutas comerciales. Venecia, Pisa y Génova vivían en guerra. Al parecer, cuando en 1298 tomaba parte, como sopracomite al mando de una galera, en el combate naval de Curzola, fue apresado por los genoveses. Así fue a parar a una prisión por un año, donde conoció al escritor Rustichello de Pisa, a quien narró su asombroso viaje al Lejano Oriente. El dictaba y Rustichello escribía.
El libro se tituló exactamente, según la tradición: “El libro de Marco Polo ciudadano de Venecia”, donde se cuentan las maravillas del mundo. Con el tiempo fue llamado también “Libro de las maravillas” o “Libro de las maravillas del mundo” y “Il Milione” o “Milione” (Millón). Los contemporáneos de Marco pensaron que exageraba y hasta hay quien dice hoy en día, que no vio esas cosas, sino que se las contaron. En su momento se defendió diciendo: “No he escrito ni la mitad de lo que vi”.
Sus paisanos se maravillaron con las descripciones de las nuevas tierras, de sus largos viajes a caballo por llanuras infinitas, pasando a vado los ríos, encontrando gentes desconocidas aun para los mismos orientales, y conociendo animales hasta entonces considerados como fabulosos. En cuanto a su actividad comercial da cuenta sobre especias raras (como por ejemplo la pimienta y el jengibre) o sobre el petróleo de Armenia, el carbón fósil del Catay y las piedras preciosas. 
El veneciano continuó como comerciante y contrajo matrimonio con Donata Badoer, con la que tuvo tres hijas. Falleció el 8 de enero de 1324 allí, en su testamento dejó una considerable suma para misas y obras pías y liberó a un esclavo mongol llamado Pietro. Como prueba de la veracidad de sus palabras, dejó ropa de cama con bordados tártaros, un rosario budista, diversos brocados y exóticas joyas. Fue su último viaje y su última aventura.
ADALGISA MADURO BAUTISTA
CNP 3352
Fuentes:
·         http://es.wikipedia.org
·         http://www.buscabiografias.com
·         http://www.icarito.cl/
·         http://www.taringa.net

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