Mont Saint Michael |
Francia también es un país rico en
atractivos turísticos. No sólo es París.
Por donde vaya, de norte a sur, de este a oeste se encuentra un monumento, una
montaña, un castillo, una obra de arte, un parque, un museo, en fin, es un espectáculo para los sentidos y para el
alma. Hay para todos los gustos y para todas las edades, aún para los más
exigentes y difíciles de complacer. Lo único que no tiene –y en eso lo
aventajamos- es una playa como El Yaque o Parguito, pero para los tropicales,
hasta la luz mortecina del hemisferio Norte es una novedad digna de verse.
Así puede tropezarse con la novena maravilla
de Occidente en la frontera de la Baja Normandía y Bretaña, dos regiones del
centro-norte francés, entre Caen y St.
Maló en el litoral atlántico. Es decir, con el Mont Saint Michele, patrimonio
de la humanidad y segundo lugar turístico más visitado del país galo después de
París, con 3.200.000 habitantes cada año.
Se trata de un peñasco misterioso
enclavado en la bahía del mismo nombre, donde, según cuentan, el Arcángel San Miguel aplastó al demonio con
su legión de ángeles. Allí ocurren, dos veces al día, las mareas más asombrosas
y fuertes de Europa y ese lugar ha sido epicentro de los más disímiles
acontecimientos históricos, míticos, religiosos y militares. Además de un
muestrario de las distintas etapas del arte y la arquitectura de la Edad Media,
desde el prerrománico, románico y gótico flamígero, amén de la voluntad férrea
del ser humano por doblegar a la naturaleza.
Iglesia Mont Saint |
Calle Mont Saint Michael |
Nada más atravesar el portal, usted se da una
idea más exacta de cómo era la vida en los centros urbanos dependientes de una
abadía en la Edad Media. Al recorrer la única calle de la población, que
asciende en espiral por una cuesta muy
empinada flanqueada por casas medievales hasta la iglesia, vivenciará lo que
fue en su momento la fortaleza más inexpugnable de toda Francia, asiento de una
congregación de benedictinos que levantó férreamente sobre la roca eso que hoy
es considerado una maravilla de Occidente, y que sin embargo no impidió el
crecimiento abigarrado de una ciudad alrededor de la abadía.
LAS MAREAS
Dos veces al día, las mareas de Mont
Saint-Michel invaden la bahía. Inclusive, a las puertas de la ciudad hay
carteles donde se informa las horas en que ocurren, según los meses. También
hay una serie de precauciones que deben seguir los turistas estrictamente, como
no adentrarse solos, pues hay sectores de arenas movedizas. Es un espectáculo
inolvidable que hay que disfrutar desde las murallas. Cuando se suman la
atracción del sol y de la luna, las mareas vivas, en el momento de los
equinoccios, pueden llegar a ser de 15 metros. Entonces el mar se retira hasta
18 kms y después vuelve a cubrir las playas arenosas avanzando a la velocidad
de 62 metros por minutos, o sea, 1 metro por segundo, o lo que es lo mismo, a
la velocidad de un caballo a galope. Cuando la marea está alta, todo el monte
queda rodeado de agua. En luna llena la atracción en las aguas es mayor. Por
muchísimos años este fenómeno hizo del Mont Saint Michel una fortaleza
impenetrable militarmente y fue usado en la Guerra de los Cien Años, contra los
ingleses.
Es un espectáculo increíble de la naturaleza,
pero se recomienda prudencia porque también es peligroso para quienes se
aventuran en la bahía, por la brusca subida de las olas y fundamentalmente por
las arenas movedizas.
Para ir, la mejor opción es un tour en
español, si no habla inglés o francés, contratado desde la oficina de turismo
en París. No se arrepentirá.
Autor: Adalgisa Maduro
CNP 3352
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