martes, 2 de julio de 2013

Versalles: una puerta a la Historia

Fue Luis XIV, el Rey Sol, el responsable de transformar un antiguo refugio de caza en el lujoso palacio desde donde se dirigió el destino de Francia durante la dinastía de los Luises. A 20 kilómetros de París, Versalles atesora memorias imborrables de los lujos y desmanes que marcaron por siglos la historia gala

Museo de Versalles

Sus espacios guardan con igual celo secretos de Estado, enredos de alcoba, anécdotas cómicas y discusiones que marcaron el destino de un imperio. Siglos han pasado desde  que el palacio más grande de Europa dejara de ser el centro de poderío de la monarquía gala, pero todavía en sus salones, rebosantes de oro, porcelana, maderas preciosas y finos textiles, o en sus jardines que se mantienen siempre en flor, y hasta en sus fuentes y canales acuáticos, se puede sentir la energía que años atrás le imprimieron nobles y monarcas. El sueño de Luis XIV es hoy un álbum abierto de cara al pasado, y al que han consagrado como museo para que el mundo entero conozca las intimidades de quienes dirigieron el devenir de Francia.
Cuando cualquier persona se para en la mitad del inmenso patio de entrada del Palacio de Versalles, inmediatamente la palabra que se le viene a mente es grandiosidad. Cuando recorre las innumerables habitaciones, corredores y salones, no puede dejar de pensar en la suntuosidad, en el lujo, la opulencia. Al pasear por los jardines y ver sus numerosas fuentes, estanques y esculturas, enseguida acude el vocablo maravilla. Una maravilla hecha por el hombre, y en medio de la cual se desarrolló parte de la historia del país galo y de todas las artes.
Sí, Versalles es todo eso y también es, desde 1837, el Museo Histórico de Francia, año en que Luis Felipe, el rey-ciudadano surgido de la Revolución de 1830 y descendiente de Luis  XIII, lo transforma en lugar de memoria. Después de todo, La Revolución de 1789 no logró borrar por completo la monarquía.
Jardines de Versalles


Situado al suroeste de París, a 20 kilómetros del centro de la Ciudad Luz, ocupa actualmente unas 800 hectáreas. Desde el siglo XI había allí una pequeña aldea rodeada de bosques, donde los viajeros hacían su última parada antes de llegar a la capital. Así fue hasta la llegada de Luis XVI, el Rey Sol, quien transformó el pabellón de caza de su padre en el más grande y suntuoso castillo de Francia, y vaya que hay castillos en ese país.

Al Domaine de Versailles se puede llegar en autobús o en tren suburbano, pero si es la primera visita sin estar acompañado por alguien que conozca el sitio, lo mejor es contratar un tour. Existen varias opciones y múltiples empresas que ofrecen el servicio, hasta podría contratarlo desde Venezuela o por Internet .
Un solo día no basta para recorrerlo todo: el palacio, los jardines y los palacios menores –el Grand Trianon y el Petit Trianon- en donde los reyes se refugiaban huyendo de la estricta etiqueta de la Corte. Las visitas pueden realizarse todos los días excepto los lunes, algunos días feriados o cuando se celebran ceremonias oficiales.

MUSEO AL AIRE LIBRE
Una de las áreas más extraordinarias de Versalles son sus inmensos jardines, típicos “a la francesa”, y sus parques, adornados con estatuas de mármol, bronce o plomo y con estanques animados por surtidores de agua. Esta imprescindible visita puede efectuarse en bicicleta durante el verano, a pie o en un trencito. El paseo a pie es gratis y puede comenzar por los jardines bajando las escaleras de la terraza que se extiende a lo largo de la fachada del Cuerpo Central. Se llega así al Parterre de Agua, compuesto por dos estanques rodeados de estatuas de bronce que simbolizan los principales ríos de Francia y las ninfas de las aguas.
De mayo a octubre, la oficina de Turismo de Versalles organiza el espectáculo “Los surtidores musicales” – sólo los domingos-; en julio, agosto y septiembre, “Las fiestas de noche” –los sábados desde las 9:30 pm; para ambos hay que comprar boletos.
Sin duda alguna, el Palacio de Versalles es una visita obligada  el próximo viaje a Francia. Au revoir!


Autor: Adalgisa Maduro 
CNP 3352

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